Se nos fue Tio Simon


Esta cobija de lágrimas que ahora silencia la sabana, irremediablemente transida por el dolor del hijo que ya no le cantará más. Estos ríos que ya no joropean las piedras, desentonados, mustios, resignados al llanto del estero. Simón, don Simón, el Tío Simón, cedió, ayer, ante su larga batalla vital. Su estertor final paralizó al país, triste en su última tonada.

“Con lágrimas le anuncio al país que mi amado padre, partió esta mañana, en paz”, fueron las afligidas palabras de su hija Bettsimar Díaz, ayer a las 8:48 de la mañana en su cuenta de twitter, conmocionando al mundo entero por la partida física del “Padre de la Tonada”, aquejado por el mal silente del alzheimer desde hace casi una década.

Simón llegará a ese imaginario lar de los inmortales, donde habrá retratos de sus padres, Juan Bautista Díaz y María Magdalena Márquez, quienes le concibieron en una humilde morada. El octavo hijo, nacido el 28 de agosto de 1928. Humilde entre los grandes humildes, como fue toda su vida Don Simón, según reconocería la gente que le conoció, desde presidentes hasta jugadores de bolas criollas.

Un tipazo, el maestro cantor, llegará en un caballo blanco, tal vez con su Grammy en la mochila y un guiño en la voz, armónica, saludando a los inmortales con esa sonrisa clásica: “¡Caracha, negro!”
“La memoria musical más activa y veraz que tenía Venezuela”, musitó el maestro Lucidio Quintero. “Pocas instituciones se eximen de integrar temas suyos a su repertorio”. Su Tonada del cabrestero es casi himno.

Desde la Academia de las Ciencias y las Artes de la Música, Gabriel Abaroa, subrayó la trascendencia de Simón Díaz como cantautor de temas que, como Caballo viejo, pertenecen al mundo. “Nos honra a todos”, dijo.

Y desde la Vaca mariposa, con su becerrito majo, pasando por el caimán y la paraulata, hasta el mismísimo Caballo viejo, las líneas del creador trasuntan el Más Allá, indagando si el maestro de Barbacoa, el pueblo donde nació, al sur del estado Aragua, dejó alguna tonada fresca, para cantar fuerte en su despedida. Él podría fascinar a La Parca.

“¡”Chato”!, le gritó una vez José Ángel Torrealba, director de la orquesta Siboney, al imberbe barbacoense. “¿¡Usted tiene guáramo para cantar el bolero Dos Almas!?...”. Y , temblando, según él mismo contó después, le contestó “Si usted quiere le puedo cantar hasta tres”. El muchacho, apodado “El Chato”, tenía estudios teatrales, dentro de la formación de comediógrafos y sainetes que caracterizó al país de entonces.

Ese humor innato lo llevaría, de cobrador motorizado, a la cúspide de los inmortales. Viajó, desde San Juan de los Morros, hacia Caracas, donde se inscribió en la escuela de música de la Santa Capilla, del maestro Vicente Emilio Sojo. Su talento natural le instaló pronto en proyectos creativos importantes.

Con Antonio Estévez participó en la primera versión de la Cantata Criolla. “Florentino azuzaba ese Diablo que Simón domeñaba”, contó el maestro de música, don Inocente Carreño.

“Era una fiesta patronal caminante”, advirtió su hijo, Simón, quien junto con Bettsimar y Juan, los otros dos, apuntalaron su esencia de padre. El maestro José Antonio Abreu resaltó: “Aprendí a apreciar su bondad, su talento, a través de una amistad eterna”.

La gaita encontró en Simón un baluarte. Cada diciembre sorprendía y plenaba de risa y alegría a los hogares venezolanos. Con la tonada emergió como un clásico de la música latinoamericana, resaltó Joan Manuel Serrat, uno de sus admiradores.

Siempre tuvo presente a Venezuela con su canto, dulce y tibio, como el café de la jornada. Se sabe que el lucero de la mañana no brillará durante un tiempo, enconchado en el delirio de su duelo.
Una nación que enraizó su sentido en coplas montadas sobre la gracia octosilábica, herencia del Siglo de Oro español y que trovadores como Simón Díaz convirtieron en un sentimiento muy criollo, universal.

Y todos las amantes del rayo y de la lluvia coserán hoy sus labios con sus versos trémulos. El duende que era Simón Díaz ahora ronda por esta nostalgia crepuscular, cuando se ha marchado, cabalgando a trote solemne, dejando tras de sí una estela de múltiples despedidas. “¡¡¡Aaaayyyyyyy!!!! Mañana cuaaaando me vaya....!!!.” Los ríos estarán mudos esta tarde.

Via: Panorama